El edelweiss y la genciana son las dos flores alpinas más conocidas, pero hay otras que también se han adaptado al ecosistema hostil de los Alpes.
Flora alpina
La vegetación alpina destaca por su gran variedad de colores que juegan un papel importantísimo para la supervivencia y reproducción de las especies. Por una parte, los pigmentos las protegen de los rayos ultravioletas, que son muy intensos en las altas montañas; y por otra, atraen a los insectos, sin los cuales no serían capaces de reproducirse; sobre todo en los Altos Alpes, donde las condiciones meteorológicas son tan inconstantes que se reduce mucho el espacio de la polinización.
Algunas especies que conviven con mamíferos herbívoros, tienen otros problemas: las flores sabrosas son devoradas por los rumiantes alpinos, con lo cual no les da tiempo a engendrar sus semillas. Sin embargo, las que tienen hojas duras y espinosas no corren mejor suerte, porque son pisadas o comidas, de modo que la supervivencia de plantas tan delicadas como las orquídeas sólo está garantizada si se encuentran cerca de rocas o acantilados, lejos de las fuertes pezuñas.
Otras plantas delicadas poseen raigambres resistentes que las protegen de los animales. El terreno pedregoso que van dejando los glaciares en su retroceso por el calentamiento global, carece de agua y no contiene sustancias nutritivas. No obstante, en el espacio de pocos años, plantas especialmente adaptadas logran colonizar esos terrenos aparentemente yermos. Los musgos son las primeras plantas que colonizan esos terrenos. Cuando mueren, producen una escasa capa de tierra vegetal. Esta masa orgánica favorece a su vez la aparición de la saxífraga y la linaria.
Pero lo que impide la pervivencia de la flora pionera no es tanto la escasez de la tierra vegetal, sino más bien la inestabilidad del terreno que se mueve casi constantemente. Incluso las plantas más pequeñas se arraigan con raíces que pueden alcanzar hasta un metro de longitud, y sus semillas subterráneas están preparadas para brotar en cualquier momento si de repente se encuentran sepultadas por piedras.
En los Altos Alpes crece además el árbol más pequeño del mundo. Se trata del sauce rodeno que es un árbol semiterrícola, puesto que sólo algunas pocas ramas aparecen en la superficie con el tronco enteramente cubierto de tierra. Aunque parezca algo rara la manera de crecer de éste árbol, el estar enterrado bajo tierra le protege de las fuertes ráfagas y de la helada invernal con lo cual puede acumular más y mejor el agua.
Plantas que crecen en la superficie de rocas han desarrollado varias estrategias para superar la extrema carencia de agua. El escuetísimo suelo no es capaz de retener la humedad, y los fuertes rayos solares hacen que desaparece la poca que queda. Los vientos fuertes, muy frecuentes en estas altitudes, deshidratarían las hojas de una planta normal, pero la flora alpina ha desarrollado diferentes estrategias. Algunas plantas poseen pelos finos que desvían los rayos del sol y forman una especie de almohada aireada que retiene muy bien la humedad; otras especies, en cambio, se distinguen por una capa cérea.
Las plantas carnosas almacenan el agua en sus hojas gruesas, que a veces tienen la forma de rosetones, una curiosa invención de la naturaleza con función umbrátil, en virtud de la cual las hojas se dan sombra mutuamente. Además, existen plantas que resisten las sequías porque sus ramas y hojas permanecen pegadas al suelo, con lo cual no están tan expuestas al viento. Pero los mejores supervivientes son, desde luego, las especies que combinan varias estrategias a la vez.
Informaciones complementarias
Enlaces
- Flores alpinas suizas en la Web WSL Instituto Federal de Investigación para el Bosque, la Nieve y el Paisaje (en inglés)
- Eclosión “in vitro” de la muy alpina edelweiss swissinfo (2005)