Los extremos climáticos son un impulsor clave de la inseguridad alimentaria. Las inundaciones, sequías y tormentas son más frecuentes e intensas y representan hasta el 90 % de los peligros naturales en todo el mundo. Al mismo tiempo, la crisis climática se entrelaza con otras causas del hambre a las que agrava, como los conflictos y las recesiones económicas. Los sistemas tradicionales de respuesta humanitaria necesitan evolucionar de la mera respuesta a la crisis hacia una gestión de riesgos previsora, y la Acción Anticipatoria (AA) del Programa Mundial de Alimentos es una manera de lograrlo.