La pequeña ciudad de Kakuma se sitúa en el condado de Turkana, uno de los más remotos de Kenia. Al llegar allí nada parecer indicar que una de las crisis humanitarias más graves del mundo tenga lugar a únicamente 100 kilómetros de este lugar. En Sudán del Sur estalló una guerra civil en 2013, dos años después de obtener la independencia.
Más de un millón de habitantes ya han huido del país. Cerca de 50 000 de entre ellos han venido a Kakuma durante los últimos años. Es aquí mismo, al otro lado de un río seco, donde el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) gestiona un inmenso campamento: cerca de 160 000 personas viven allí, de la cuales más de la mitad son originarias de Sudán del Sur.
Un campamento para un solo universo
Creado en 1992 para ofrecer un refugio provisional a algunos miles de personas, el campamento de Kakuma se ha convertido en un vasto complejo. Uno tiene la sensación de estar en un pueblo gigantesco: pequeñas tiendas, mototaxis, escuelas, canchas de baloncesto... no falta de nada. Una gran parte de los refugiados viven aquí desde hace varios años y un buen número de ellos, siendo uno de entre diez menor de edad, han nacido incluso en el campamento. Al no estar autorizados a abandonar el campamento sin autorización, muchos residentes no conocen otro mundo.
A pesar de todo, Alfadil Abdallah se siente feliz de estar allí. Este hombre de 28 años es originario de Darfur, al oeste de Sudán, una región en guerra desde hace diez años. En 2011 huyó con su hermana, primeramente hacia Sudán, más tarde hacia Kenia. En el camino la perdió y no ha podido retomar el contacto con su familia. En Kakuma muchos comparten su destino.
En uno de los innumerables refugios de chapa ondulada, Alfadil está instalado delante de un ordenador. «Hong Kong Centre»: así se llama el taller de reparación de ordenadores y teléfonos móviles que fundó el pasado año con un amigo. «Funciona bien. Estoy agradecido de poder forjarme un futuro». En efecto, este sudanés ha formado parte de los primeros participantes en el proyecto «Skills for Life». El proyecto, lanzado por la COSUDE y puesto en marcha por Swisscontact, ofrece formación profesional a jóvenes adultos. Propone un aprendizaje corto, de tres a cinco meses, en una docena de sectores artesanales como la informática, la peluquería o la costura. Entretanto, muchos de los beneficiarios han abierto pequeñas tiendas. «Cuando vuelvan a sus lugares de origen, estas habilidades les ayudarán a rehacer su vida», comenta, esperanzado, Joseph Lenakiyo, jefe del proyecto.
Profesiones adaptadas a las necesidades locales:
Inicialmente eran 580 los jóvenes que recibían formación, como en el caso de Alfadil. A partir del verano de 2016, el proyecto «Skills for Life» entraba en una segunda fase. El objetivo es formar a otras 2500 personas en 13 oficios que permitan cubrir las necesidades locales. Mujeres y hombres de entre 15 y 25 años adquieren competencias en los sectores de la agricultura, la mecánica, la albañilería, la gestión de residuos, la forja y el utillaje. Otros se perfeccionan en la reparación de material informático, la costura y la peluquería.
Empresarios de Kakuma, por su parte, asumen el papel de formadores y comparten sus conocimientos en materia de gestión de pequeñas empresas. El proyecto también ha tenido en cuenta a los analfabetos. Másde 800 personas han recibido formación para aprender a leer, escribir y contar.
(Extracto de un artículo de Fabian Urech para Un solo mundo Núm. 4 / diciembre 2016)